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La vida vigilada

La vida cotidiana en el Juan XXIII está regida por otra autoridad. Oscura y letal.

Juan XXIII es un barrio de la Comuna 13, en Medellín. Queda en la ladera donde está anclada la primera estación del metrocable de Pajarito, en el centro occidente de la ciudad. Estrenan transporte y escuela. Y también una especie de nuevos dueños que determinan sus vidas.

A las casas han llegado panfletos en manos de mensajeros anónimos. Dicen, por ejemplo, que no puede estar nadie en las calles en las noches. Sobre todo los jóvenes. Que las mamás deben llevar a sus hijos a la escuela y las que «no trabajan» han de regresar a la casa, derecho. Que deben salir bañadas y no pueden usar minifaldas ni pantalones cortos.

Incluso a la escuela han llevado panfletos. Y los maestros tienen qué quedarse callados. Y si algún niño comete una falta de conducta grave, ellos enviarán a alguien que haga un «taller» de disciplina. Y así.

Juan XXIII vive bajo las reglas de una autoridad que se esconde de los ojos de los pobladores pero que llena de miedo la vida diaria, la hace mísera.

La Policía debe saber de estas cosas. El Acalde debe saber de estas cosas. Pero nadie dice nada. Allá, en el barrio, por temor fundado. Tampoco en las oficinas de las autoridades, por no propagar la sensación de inseguridad. Pero todos los ciudadanos sabemos lo que ocurre. En el Juan XXIII y en muchos otros barrios de la ciudad. Y no tenemos idea de adónde iremos a parar.

Acerca de caruri

Director editorial de OjoXojO. Periodista y docente.

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